El puerperio emocional

Recuerdo el día en el que, con mi bebé de casi un mes en la sala de espera de neonatos, pensé por primera vez en el concepto del puerperio. Me habían avisado de que la siguiente visita sería con pediatría normal y que yo en unos días acabaría mi posparto. De repente, con mi útero terminando de sangrar y mis pechos agrietados, ahí estaba yo, una mujer a punto de dejar de ser puérpera. Me pareció tan ridículo que me dió la risa, esa flojera de cuerpo propia de no dormir más de dos horas seguidas en varias semanas, la carcajada que al momento da paso a un llanto incontrolable, y es que dentro de mí reinaba una feria de hormonas de las que generan emociones difíciles de encauzar.

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